A su historia, arquitectura y entorno se les suma una vibrante vida cultural y una oferta gastronómica más que seductora.
El paseo por sus calles descubre fragmentos de historia de la época medieval que se conjugan con la visión más contemporánea de la vida. Los anchos muros de piedra de casas palaciegas, hogares modestos y vetustos castillos albergan nuevos talleres de artesanos, tiendas a la última, salas de exposiciones, restaurantes… y todo ello bien hilvanado con el día a día de estas poblaciones. Todas estas localidades nacieron hace más de mil años, en lugares encrucijada de caminos que los hicieron prósperos e importantes. Todos estos pueblos han conseguido guardar hasta hoy un patrimonio excepcional que merece una detenida visita.
LAGUARDIA (ÁLAVA)
Hay algo curioso cuando la retina se va aproximando a la capital de Rioja Alavesa. Por la cabeza pasan muchos conceptos: el vino, la loma, las bodegas modernas que asoman en sus pagos e, incluso, el desafío que le plantean sus tejados y campanarios a la Sierra de Cantabria. Y sin embargo, una vez que se deja el coche a un lado, el modo de empleo de esta localidad se vuelve medieval. Hoy en día, sus murallas apenas lucen imponentes ya que la mayoría de ellas se han visto reemplazadas por casas adosadas al muro. Pero sus puertas sobreviven, sobre todo las de Páganos, Carnicerías y San Juan, que son capaces de ejercer de portal a otro tiempo. Ya dentro de la almendra, las callejuelas estrechas conducen a joyas góticas como la Iglesia de Santa María de los Reyes, junto a la que sorprende la torre Abacial, la fortificación más imponente de las que quedan en esta localidad.