Investigadores descubren que las aves se “devoran” a sí mismas para migrar largas distancias

Las aves consumen buena parte de su masa muscular para volar durante sus migraciones


Los animales, en su enorme e inabarcable variedad, hacen verdaderas proezas para sobrevivir. Solemos imaginarles como en los documentales de sobremesa. Viviendo vidas relativamente sencillas donde la mayor preocupación es que consigan algo de lo que alimentarse. Y ojalá fuera así, porque los peligros que esquivan son muchos más e, incluso el de “encontrar alimento”, tiene implicaciones que van mucho más allá de dar con la planta adecuada o la presa perfecta. Hay veces en que, por mucho que las busquemos, no hay presa perfecta ni planta adecuada. A veces los herbívoros migran y las plantas se esconde hasta una nueva estación. En estos casos, encontrar comida significa algo más. Significa atravesar largos kilómetros hasta tierras menos hostiles.

Son muchas las especies que pasan su vida migrando de aquí para allá. Mamíferos, peces, insectos y, por supuesto, las aves. Todos hemos visto las majestuosas migraciones de cebras que tanto ha explotado el género documental. Nos han contado el periplo por el que pasan los salmones, remontando ríos para volver a donde nacieron y puede que, con suerte, hayamos visto el manto naranja de mariposas monarca que cubre los bosques americanos a su paso. Sin embargo, es probable que los reyes de las migraciones sean otros animales menos exóticos. Aves, pájaros como los que estamos acostumbrado a ver a través de nuestras ventanas. Maestros de la eficiencia capaces de empujar sus pocos gramos de peso a través de miles de kilómetros no una, sino un par de veces cada año. Pero ¿cómo lo consiguen? ¿De dónde sacan tanta energía?

¿De cena? Yo mismo

Para hacernos una idea, la migración más extrema en el mundo de las aves es la del charrán ártico. Este, con tan solo 100 gramos de peso, recorre 70 mil kilómetros cada año, viajando de polo norte a polo sur y viceversa. Muchas de estas especies migratorias no se detienen a “repostar”, si comen algo será lo que encuentren en medio del vuelo y, por lo tanto, confían en las reservas de energía con las que emprenden el viaje. Ahora bien, esas reservas no son más de unos pocos gramos, como decíamos poque, si su peso ya tiende a ser bajo, el porcentaje de grasa que suelen tener es incluso más exiguo. ¿Dónde está el truco? Por un lado, que tengan que desplazar tan poco peso tiene su ventaja, y es que resulta mucho más económico que mover un corpachón cargado de reservas energéticas. Por otro lado, el vuelo de estas aves migratorias es especialmente eficiente y, algunas, aprovechan corrientes de aire para cruzar kilómetros sin apenas aletear.

No obstante, el verdadero truco está en que no solo recurren a la grasa almacenada en su cuerpo, sino que buena parte de la energía que emplean para migrar viene de las proteínas, pero no las que ingieren, sino las de su propio cuerpo, las que forman sus músculos y que, poco a poco, van consumiendo para continuar su vuelo. Dicho de otro modo, menos preciso, pero más intuitivo: los pájaros se devoran a sí mismos. En realidad, esto es algo bastante común, hacer ejercicio extremadamente intenso con un aporte proteico y calórico bajo también puede hacer que nosotros empecemos a consumir nuestro propio músculo. Lo realmente sorprendente es cómo lo hacen, porque los investigadores se han llevado una sorpresa.

El túnel de viento

Un grupo de investigadores de la Universidad de la Universidad de Massachusetts Amherst han decidido medir a qué velocidad consumen las currucas su grasa y sus músculos mientras vuelan. En realidad, cuando decimos “curruca”, en este caso nos referimos a dos especies, la curruca capirotada y la curruca rabilarga. Los investigadores capturaron 20 de las primeras y 44 de las segundas para someterlas a un túnel de viento, como los que se utilizan para probar el vuelo de los aviones, solo que, en este caso, se emplearían para hacer que las aves volaran contra el viento durante 28 horas seguidas. En la naturaleza pueden volar hasta 100, pero con esas 28 fue suficiente como para ver una diferencia en sus pesos y su volumen muscular cada vez que se posaban.

Hasta ahora, los científicos pensaban que las aves consumían una mayor cantidad de proteínas durante las fases finales de la migración, cuando ya no quedaba grasa a la que recurrir. Sin embargo, parece que pierden masa muscular mucho más rápido de lo que consumen su propia grasa. A priori parece bastante poco eficiente. Para volar necesitará músculo y perderlo puede que alimente al músculo que queda, pero también debilita al ave. Evidentemente, algo falla en la intuición, porque, a falta de más estudios que lo confirmen, esta podría ser una de las claves que permite a las aves hacer tales proezas: su capacidad para devorarse lo justo como para llegar a su destino.

Cuando decimos que “consumen parte de su masa muscular” hablamos, en realidad, del 20% de ella, que no es poca. En un atleta esto dejaría su rendimiento por los suelos, pero las aves logran sobreponerse de algún modo.

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