El valor de una aerolínea es fácil de establecer: se multiplica el precio de la acción por el número. Así sabemos lo que los inversores pagan por una compañía cualquiera, también por una aérea.
Si se hace este ejercicio, usando herramientas disponibles, los resultados son llamativos: la línea aérea más valiosa del mundo está cotizada en 29.630 millones de dólares, tiene casi 600 aviones, su sede principal está en Irlanda y se llama Ryanair (O’Leary, a punto de llevarse el ‘gran premio’ de Ryanair).
A Ryanair le siguen las demás. La segunda es Delta Airlines, de Estados Unidos, con un valor de 27.300 millones de dólares; la tercera es Southwest (otra low cost), que vale 17.740 millones, considerablemente que las dos anteriores; la cuarta Air China; y la quinta Singapore Airlines, con 14,490 millones.
El valor de una aerolínea no sólo viene determinado por sus activos sino por su capacidad para generar dinero o, más exactamente, por la capacidad que los inversores creen que tiene para generar dinero, lo que determina el valor. Hoy, Ryanair no sólo está por delante, sino que sigue siendo de las que más crecen.
En el último año aumentó su facturación en un 11 por ciento. Y cumple un requisito que los inversores miran mucho: sus aviones van llenos.
Esto último es vital. Si un avión vuela por ejemplo al ochenta por ciento de su capacidad, puede ser negocio, pero si vuela al 95, gana mucho más dinero porque esos pasajeros adicionales son ingresos puros, sin aumentar los gastos.
Un avión no consume más por ir lleno, ni son necesarios más tripulantes, ni hay un coste adicional.
