Cuando se habla de naturaleza, entre muchos ejemplos, cualquier turista puede pensar en las aguas de Iguazú o los lagos de la Patagonia. Si se piensa en pasión, el fútbol y el tango encabezan la lista. Lo mismo sucede con la arquitectura y el diseño vanguardista de Buenos Aires, las empanadas del Norte, el sello de los jesuitas en Córdoba o el buen vivir cuyano.
Hay marcas que distinguen a Argentina en el mundo. Son muchos los distintivos que direccionan a Argentina. Y si hablamos de esas huellas indelebles que tanto enorgullecen, el vino es una de ellas y Malbec, la cepa insignia.
Fue un 17 de abril de 1853, a través de un proyecto liderado por el agrónomo francés Miguel Ángel Pouget, cuando se introdujeron diversas vides en el país con el objetivo de plantar nuevos varietales en territorio argentino. Entre ellas estaba la Malbec, originaria de Francia, pero que con el paso del tiempo se argentinizó, transformando por completo la actividad vinícola del país.
Casi 170 años después, y con un largo recorrido que se perfecciona día a día, Argentina y Malbec van de la mano como un producto único que jerarquiza la oferta turística del país.
A la hora de pensar un viaje, la gastronomía siempre es prioridad. Por medio de ésta, no sólo se conocen los sabores y aromas de una nación, sino también su cultura y los rituales que la rodean. Junto a un vino Malbec se puede parar el tiempo con amigos y un delicioso asado, leer frente a la montaña o simplemente vivir la vida a pleno. Las experiencias se vuelcan en todo tipo de copas.
Para rendirle homenaje a esta gloriosa cepa, las Argentina Travel Talks descorcharon una edición especial con dos invitados ideales para la ocasión: Marina Beltrame, primera sommelier con título del país, y Roby Cipresso, reconocido enólogo italiano muy vinculado al vino argentino, celebraron el Día Internacional del Malbec, el 17 de abril.
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