Samaná, el increíble refugio verde y cool de la República Dominicana

Alfredo García Reyes

Ballenas, cocoteros, un mar esmeralda y el pan de los libertos: son solo algunas de las sorpresas del paraíso que es Samaná


La península de Samaná y su inmensa bahía suponen una auténtica sorpresa para esos viajeros que llegan hasta aquí sin demasiada información previa. Sobre todo, para aquellos que conciben un viaje a la República Dominicana como esa relajante experiencia que regalan los resorts situados en las zonas vacacionales de Punta Cana, Puerto Plata o La Romana, emblemas y motores económicos del país caribeño.

Samaná no. Por más que aquí también haya magníficos complejos ‘todo incluido’ junto a playas de ensueño con arenas finísimas enmarcadas por los tornasolados colores del océano Atlántico y escenográficos cinturones de cocoteros. Es el caso de Viva Wyndham V Samaná, un resort solo para adultos que, desde luego, satisface las expectativas de quienes buscan hedonismo puro y simplemente alejarse por unos días del mundo y de las prisas de la vida cotidiana.

Pero, como decíamos, Samaná y su magnífico entorno son otra cosa. Sería una pena llegar hasta aquí para explorar solo la oferta de ocio y descanso de ese tipo de alojamientos y perderse la posibilidad de conocer las muchas riquezas naturales de esta península, sus pueblos pesqueros y sus pequeñas ciudades en las que se respira un ambiente tan auténtico como ecléctico: atractivos que aporta el mestizaje y la mezcla étnica y cultural que atesora el lugar desde hace siglos.

El verde más exuberante

Respecto a lo primero, la naturaleza, la península de Samaná, de unos 60 kilómetros de longitud y una anchura de unos 18 kilómetros, se adentra en dirección este en aguas del Atlántico. Es, por tanto, una auténtica lengua de tierra cubierta, casi en totalidad, por una espesa vegetación selvática. Se disfruta de este corazón verde en lugares tan mágicos como el Salto del Limón, una cascada de algo más de 40 metros de altura adonde se llega mediante a pie o a caballo gracias a empresas como las de Parada La Manzana.

La bahía de Samaná, de unos 13 kilómetros en su punto más ancho, baña uno de los extremos del Parque Nacional de los Haitises, Reserva de la Biosfera por la Unesco y con una extensión de 1.600 kilómetros cuadrados. Este lugar impacta por sus numerosos islotes, que se conocen como mogotes, y hacia el interior, por una característica cordillera con elevaciones en forma de teta, completamente cubiertas de vegetación y que llegan a alcanzar los 40 metros de altura.

Son el hogar de nutridas colonias de aves, como pelícanos, fragatas y gavilanes de La Hispaniola pero también de manglares y de unas 80 cuevas, algunas de las cuales fueron usadas por los taínos, los antiguos y desaparecidos pobladores de la isla de La Hispaniola, como santuarios para sus cultos rituales.

Cayo Levantado

En plena bahía de Samaná está también Cayo Levantado, un pequeño islote donde se encuentra uno de los mejores hoteles del grupo Bahía Príncipe, junto a una playa de auténtico ensueño. Muchos conocen al cayo como la ‘isla Bacardí’, pues el grupo ronero dominicano rodó aquí en los años 80 del pasado siglo uno de sus spots publicitarios más celebrados, recordados y sugerentes y que dio a conocer esta bebida en muchos lugares de Europa.

Santa Bárbara de Samaná

A escasos minutos de navegación de Cayo Levantado se encuentra el municipio de referencia de la península: Santa Bárbara de Samaná, o simplemente Samaná, capital de la región administrativa y ciudad rebosante de color. Aquí viven muchos descendientes de esclavos libertos llegados desde Filadelfia en el siglo XIX. Ellos son los responsables del culto de una iglesia adventista, que es el único edificio histórico que sobrevivió al gran incendio de 1946.

Pero también habitan en Samaná numerosos descendientes de los colonizadores españoles y europeos, además de muchísimos haitianos, que han llegado hasta aquí huyendo de las miserias del vecino país.

Por las calles de la ciudad y su perfil costero se puede ver a estos últimos realizando las actividades más diversas (desde la pesca a la venta ambulante o, simplemente, transportando mercancías entre un punto y otro de la localidad), mientras se comunican con sus compatriotas en créol, esa lengua criolla que intercambia palabras de orígenes africano y francés.

Las ballenas también escogen Samaná

En la visita al que, sin duda, es el barrio más agradable de Santa Bárbara, el paseo marítimo, llaman la atención varias construcciones de cemento que se elevan encima de la calzada peatonal. Se trata miradores levantados expresamente para el avistamiento de cetáceos.

De hecho, cada año, entre los meses de enero y marzo, llegan hasta las tranquilas aguas de la bahía miles de ballenas jorobadas para su apareamiento y el alumbramiento de sus crías. Un espectáculo único en el mundo por la concentración de estos enormes animales en tan reducido espacio y que atrae a miles de visitantes extranjeros.

Ballena Jorobada. Foto: Turismo República Domincana.

Lo cierto es que la bahía de Samaná es un auténtico santuario de cetáceos y, al margen de la temporada de ballenas jorobadas, resulta relativamente fácil avistar colonias de delfines de diversas especies. Aunque, para eso, mejor a bordo de alguno de las lanchas y barquitos que realizan excursiones por la bahía, incluida la ruta hacia Los Haitises.

Paraíso ‘cool’

Santa Bárbara de Samaná, además, se ha convertido en los últimos años en una meca para celebridades, que han encontrado en la zona refugios algo más asequibles a los habitan algunos de los más famosos representantes del star system internacional. En Punta Cana, por ejemplo.

Para quienes quieran venir simplemente de visita la opción de alojamientos es amplia y con personalidad. Como la de The Bannister Hotel & Yacht Club, que tiene su propio puerto deportivo en el que atracan embarcaciones privadas llegadas de los más recónditos lugares del planeta. Por lo demás, The Bannister es un lujoso alojamiento de amplios jardines y habitaciones decoradas con un gusto clásico, aunque provistas de todo tipo de tecnologías.

Pero si por algo destaca este hotel es por su escenográfica infinity pool, desde la que se disfruta de uno de los atardeceres más espectaculares del país sobre la propia bahía de Samaná.

Su restaurante Ocean Club es además un buen lugar donde conocer los sabores de la cocina dominicana y samanesa, bastante diferente a la del resto del país como corresponde a una zona en la que el mestizaje cultural ha dejado sus huellas también en el capítulo culinario.

Una de las particularidades de la gastronomía local es el uso del coco en forma de aceite, leche, pulpa… en las más diversas preparaciones: por ejemplo, el delicioso pescado con coco.

El gusto de los samaneses por el coco explica el hecho de que la península sea una de las principales productoras de este fruto en todo el planeta. De hecho, las plantaciones de cocoteros son una de las más llamativas sorpresas paisajísticas que depara la región.

El coco es también el ingrediente diferenciador del pan que elabora la familia propietaria de D’Vieja. La vieja en cuestión era Albertina de Peña, recientemente fallecida, que heredó de su madre la costumbre de cocinar pan inglés. Una tradición que, a su vez, trajeron hasta Samaná los esclavos libertos procedentes de Estados Unidos.

Pescado al coco. Foto Turismo República Dominicana.

Pero si hay un producto gastronómico samanés de renombre en todo el país son los camarones (gambas) de Sánchez. Frente a las costas de este pueblo pesquero se capturan los crustáceos de rosada carne y jugoso sabor que forman parte de numerosas preparaciones culinarias locales.

Probar alguno de estos platos (o varios) es una forma inmejorable de llevarse un buen e inolvidable sabor de boca de la visita a Samaná. Como decíamos, uno de los lugares más sorprendentes (y gratificantes) de la República Dominicana.

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