El Gastromolino: el restaurante de cuatro mesas dentro de un molino de viento manchego

El Gastromolino: el restaurante de cuatro mesas dentro de un molino de viento manchego©

Así es comer y beber en uno de los icónicos molinos del S. XVI de Consuegra (Toledo) 

Su cocina tiene 9 metros cuadrados y su comedor interior solo 4 mesas, pero Luis y Edu demuestran diariamente a 16 comensales que aquí todo es posible.

Su molino, el “Caballero del Verde Gabán”, estuvo en funcionamiento hasta la última década del siglo XIX, según registros del Ayuntamiento de Consuegra. En 2017, cuando era una tienda de productos típicos, una tormenta lo destrozó e hizo que sus aspas cambiaran de rumbo para convertirlo en un restaurante. Ahora es una de esas experiencias gastronómicas que merecen una escapada a La Mancha toledana.

En el Gastromolino, en lo alto del Cerro Calderico, con vistas a la llanura manchega, plagada de campos de vid y de olivos, exhiben su gastronomía manchega de producto y temporada en forma de menú degustación, elaborado con materias primas de la zona: su regla de oro es que casi todas se puedan conseguir a menos de 50 kilómetros de Consuegra.

Por eso le compran la leche de oveja a Cipri, el pastor del pueblo, con la que elaboran las natillas de azafrán o la cuajada; a Julio, de la vaquería López del Pliego, la ternera, y a pescaderos locales, la trucha, procedente de Cuenca y Guadalajara.

Interior del Gastromolino

También trabajan con dos almazaras manchegas: Palomino Ulla, que produce aceite de oliva virgen extra variedad cornicabra y Los Tallaos, variedad picual. Hacen pocas (y justificadas) excepciones: toda la caza (ciervo, venado, jabalí) es de El Gordo, un pueblo cacereño que se encuentra a escasos 200 kilómetros.

Con toda esta despensa, elaboran platos que cambian cada mes, como su Codorniz con chocolate y cardamomo, su Trucha con salsa de azafrán, alcaparras y verduras salteadas o su Sopa de azafrán, sardinas y pan.

Sí, el oro rojo de La Mancha es omnipresente (y kilómetro cero): el de Consuegra es uno de los mejores del mundo. Más allá de sus platos tradicionales pero reinventados, aquí también hay espacio para la cocina creativa: su bombón de migas a lo Ferrero Rocher, rebozado en almendra y espolvoreado con cacao puro y polvo de oro es uno de sus snacks y una buena muestra de ello.

Los artífices son Luis Palomino y Edu Montoro, dos jóvenes manchegos (de Consuegra y de Camuñas) que decidieron cambiar de rumbo y convertirse en molineros modernos.

Luis era director de los restaurantes Makkila (Madrid). Antes, sumiller de La Alacena (Toledo) y fotógrafo. “En marzo de 2017, la tormenta Emma destrozó diez de los doce molinos. El que ahora es nuestro Gastromolino, que por aquel entonces era una tienda de productos típicos de unos amigos míos, se quedó sin techo. En ese proceso de reconstrucción surgió la idea, que me parecía bonita y extraña: abrir un restaurante dentro del molino, aprovechando el infortunio. En esa época yo ya estaba cansado de Madrid y quería volver a casa", relata a Traveler.es.

Solo dos meses después, en mayo, comenzó la nueva andadura del “Caballero del Verde Gabán”, gracias a Produciendo Eventos y Ocio Cultural, la empresa que (también) ha ubicado Consuegra en el mapa, a través de visitas teatralizadas y otras iniciativas para poner en valor el conjunto del cerro Celerico.

Exterior del Gastromolino

Y en 2018 apareció Edu, ahora jefe de cocina: tiene 37 años pero lleva casi media vida en el mundo de la hostelería. O, lo que es lo mismo, 19 sin tener ni un fin de semana libre. Solo ha trazado algunos paréntesis, en forma de escarceos, en el mundo de las mudanzas o como tractorista, recogiendo aceituna. “Ahora me paso 8 horas al día, 5 días a la semana, haciendo lo que más me gusta dentro de un molino, a pocos kilómetros de mi pueblo. No puedo pedir más”.

Los días de otoño o invierno, la experiencia gastronómica ocurre dentro, en su peculiar comedor, que puede parecer exiguo pero que resulta tan acogedor.

Pero en verano (o en esas mañanas de sol fuera de temporada, cada vez más frecuentes) cambian de registro y despliegan su terraza: sacan varias mesas, su guiso del día, sus tablas de queso o embutido y sus tapas manchegas (albóndigas de venado, migas o gachas) a los pies del molino y lo riegan todo con cerveza artesana Calatrava o con vinos locales.

Aquí las horas se pasan volando, hasta que llega el atardecer y comienza el espectáculo. Y los viernes estivales, además, no solo de manera figurada: sus Atardeceres en vivo son un ciclo de conciertos gratuitos para contemplar la puesta de sol entre los molinos de viento consaburenses, declarados Bien de Interés Cultural. ¿Y de cena? Más de lo mismo, pero bajo las estrellas.

Dicen que todos tenemos uno (o varios) momentos bisagra a lo largo de nuestra vida. Para el Gastromolino fue aquella tormenta de 2017: sus vientos, de 160 kilómetros por hora, arrasaron su techumbre pero le trajeron una nueva vida.

*A tener en cuenta: no es accesible para personas con discapacidad, ya que la única manera de su subir a su comedor es mediante la escalera de caracol; y no tiene baño propio: deberás ir antes o bien caminar 5 minutos para ir a los del Castillo de la Muela.

En datos

Dirección Cerro Calderico (Consuegra, Toledo)

Horario Abierto de jueves a lunes, de 12h. a 18:30h. De junio a septiembre, también por las noches.

Precio medio Menú degustación: 25€. Con maridaje de vinos consaburenses: 29€. Con maridaje de vinos manchegos: 40€.

Condé Nast Traveler

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