Teniendo en cuenta el registro australiano de cráteres de impacto bien conservados, investigadores de la Universidad de Wollongong han extrapolado esta tasa a la superficie del planeta
Un estudio realizado por un equipo de investigación internacional dirigido por el profesor Tim Barrows, de la Universidad de Wollongong (Australia), ha arrojado nueva luz sobre la frecuencia con la que los grandes meteoritos chocan con la Tierra.
La investigación, publicada en « Meteoritics & Planetary Science», se centró en Wolfe Creek, uno de los cráteres de impacto de meteorito más grandes de Australia y el segundo más grande en la Tierra. Ubicado en una parte remota de Australia Occidental, en el borde del Gran Desierto Arenoso y a unos 145 kilómetros de Halls Creek a través de Tanami Road, Wolfe Creek fue provocado por un meteorito que se estima que tenía unos 15 metros de diámetro y pesaba alrededor de 14.000 toneladas.
El meteorito probablemente viajaba a 17 kilómetros por segundo y golpeó con la fuerza de 0,54 megatones de explosivo TNT. Sin embargo, nunca se ha estimado con certeza cuándo ocurrió aquel impacto, lo que sería clave para crear una tasa de impacto de este tipo de gigantes en la Tierra. El último análisis lo situaba hace 300.000 años, pero la nueva investigación de Barrows lo fecha mucho antes, hace alrededor de 120.000 años.
Siete cráteres australianos
Esta cifra no es baladí: junto a Wolfe Creek hay otros seis cráteres de impacto en Australia datados en este mismo periodo, según explica Barrows. Este país es especialmente interesante para estudiar estos fenómenos ya que se encuentran en zonas áridas, lo que favorece su conservación. «En otros lugares, los cráteres son destruidos por la actividad geomórfica, como la migración de ríos o los procesos de pendientes en las montañas. Dado que Australia tiene un excelente registro de preservación con cráteres anticuados dentro de la zona árida, podemos extrapolar un tasa para toda la Tierra», afirma en un comunicado el investigador.
Así, según la datación y la cantidad de estos meteoritos, en las tierras áridas de Australia cae uno cada 17.000 años. Sin embargo, este territorio solo supone un 1% de la superficie terrestre, al ampliarlo a toda la tierra, «la tasa aumenta a uno cada 180 años más o menos», afirman los investigadores.
«Esta es una estimación mínima ya que algunos impactos más pequeños probablemente fueron cubiertos por arena durante la era de hielo. El número de objetos grandes es probablemente 20 veces mayor porque los meteoritos pedregosos son mucho más comunes, pero no muchos sobreviven al ardiente viaje a través de la atmósfera o efectivamente hacer cráteres», aseguran.
Los métodos utilizados en el cráter Wolfe Creek
El profesor Barrows y sus colegas utilizaron dos técnicas para fechar el cráter: datación por exposición, que estima el tiempo que una roca ha estado expuesta en la superficie de la Tierra a la radiación cósmica; y luminiscencia estimulada ópticamente, que mide cuánto tiempo hace que los sedimentos estuvieron expuestos por última vez luz del sol.
Los investigadores también crearon un nuevo modelo topográfico tridimensional del cráter de Wolfe Creek utilizando fotografías aéreas tomadas por Ted Brattstrom, un maestro de escuela secundaria de Hawai que voló sobre el cráter en 2007 tomando imágenes desde varias direcciones diferentes. Lo usaron para calcular las dimensiones del cráter.
«Calculamos que el ancho máximo del cráter es de 946 metros en dirección noreste-suroeste, lo que refleja la dirección del impacto. El diámetro promedio es de 892 metros. Predecimos una profundidad de 178 metros y tiene una capa de unos 120 metros de sedimentos, principalmente arena arrastrada desde el desierto», señala Barrows.
Usando las mismas técnicas de datación geocronológica, los investigadores también pudieron calcular la edad del Cráter Meteor, en Arizona, el más grande del mundo. Descubrieron que es probable que tenga 61.000 años, más de 10.000 años más de lo que se pensaba.