Santiago de Chile: la ciudad que recuperó el color

Coherente con el ADN marginal del arte callejero, el conjunto de murales más importante -e impactante- de esta ciudad no está en su distrito más turístico sino en la comuna de San Miguel, donde crecieron Los Prisioneros, la banda de rock más famosa de Chile. Justamente el primero de los 64 murales gigantes que hoy componen el Museo a Cielo Abierto en San Miguel muestra a los tres integrantes del grupo junto a los cajones de fruta y verdura de la feria Tristán Matta, que se despliega en esa misma calle cada jueves y domingo por la mañana.

Roberto Hernández Bravo, cofundador y encargado de este museo en Santiago de Chile, cuenta que un día de febrero, diez años atrás, caminaba con su primo por este barrio con 41 edificios de viviendas sociales construidos entre 1956 y 1964. Notaron entonces que por su estado de abandono eran presa fácil para el inminente avance inmobiliario que asedia la zona; periférica 50 años atrás, muy central y conectada en la actualidad. 

Imaginaron hacer un simple mural de veinte metros cuadrados, que es el equivalente al primer piso de los muros ciegos de los edificios. La diferencia con un graffiti tradicional es que éste tendría el permiso de los vecinos. Entonces podrían hacer un mural de dos pisos, con andamio. Y ya que tendrían el andamio ¿por qué no cubrir los tres pisos, la pared entera? 

"Después de un par de horas visualizamos todos los muros ciegos de nuestros edificios con murales, soñamos sin preocuparnos por la logística", dice Roberto. Pensaron que las obras serían una herramienta para propiciar que los vecinos empezaran a barrer sus veredas, a plantar, regar, cuidar y organizarse para generar los cambios que nunca llegan. Pasó un año y con el proyecto escrito y fundamentado ganaron un fondo de las artes que parecía hecho a la medida y comenzaron a materializar el sueño. 

Pinacoteca callejera 

Nueve años después recorremos los 64 murales. Siete mil metros cuadrados de obra pintados por 130 artistas y ayudantes. Sobre la calle Tristán Matta se agrupan varios internacionales: la niña hecha por Adrián, de Argentina; los Seres en Línea por Jacoba, de Dinamarca; el gorrión del peruano Olfer, entre otros. Sin embargo, la mayoría de los artistas que pasaron por el museo son chilenos: Caiozzama, fotógrafo y artista visual reconocido por pegar stickers con un humor crítico afiladísimo; el dúo AISLAP, que desde 2001 lleva más de 1500 murales pintados con sus característicos trazos simétricos; Mono González, miembro de la Brigada Muralista Ramona Parra que en los años 70 fue precursora en el arte del mural chileno; escenógrafo de varias películas, entre ellas Machuca y La Frontera; candidato al Premio Nacional de Arte y curador del Museo a Cielo Abierto. Mono González filtra los artistas que participan del museo, pero quienes aprueban o no las obras son los vecinos que reciben el mural.

Varios chicos juegan al fútbol en una cancha; otros se tiran por el tobogán en una plaza. Los murales detrás, como inmensos guardianes coloridos. Hasta la pared del Club de Rayuela, un deporte típico chileno que tiene origen mapuche, ganó un mural temático. Así como los bancos de las plazas se cubrieron de mosaicos y casi todo el conjunto edilicio luce recién pintado, después de que los vecinos -dicho y hecho- armaron sus comités para poder recibir fondos de un programa del gobierno. Los pocos edificios aun decrépitos dan la idea de cómo estaba el barrio antes de que llegara el arte. 

Flow contra el gris 

Santiago tiene fama de gris, tal vez sea la sombra que dejó la veintena de años sin poder manifestarse. Hasta que empezaron a volver, a mediados de los 80, los hijos de los exiliados. Karim es diseñador, fundador de la revista de Dope.cl, miembro del Colectivo 2012K, guía en este tour de Santiago Street Art por Bellavista y dueño de un estudio en el barrio. Tiene el acervo de fotos de Dani Vampiro, uno de los que estuvieron exiliado en Estados Unidos absorbiendo la incipiente cultura hip hop: graffiti, rap, breakdance y disc jockeys, como muestra la película Beat Street. Varias fotos son del lugar donde se escribieron los primeros graffitis en Santiago, la pasarela San Borja, más conocida como Wall of Fame, que está en Av. Portugal, cerca del Centro Gabriela Mistral. Allí se lee, por estos días, Puro Flow Crew, un clásico bomb, esas pintadas con letras gordas. En la explanada de abajo, grupos de adolescentes se juntan a bailar Kapo, un baile coreano. 

Bellavista, barrio nocturno de la ciudad, es un muestrario de cómo crece el arte urbano local. Cada vez son más los dueños de locales que contratan artistas chilenos para intervenir sus fachadas o paredes: Yaikel adornó con sus follajes el nuevo restaurante Selvado, en la esquina de la calle que sube a la casa museo de Pablo Neruda. A metros, en el Teatro Mori -de Benjamín Vicuña-, "Ofelia", una de las clásicas mujeres de espalda que pinta Javier Barriga, cubre el muro del patio interior. Caiozzama pegó sus collages en las paredes negras de AlmodoBar, en la calle Constitución. La mueblería Morales, el bar Mouline Rouge y la sombrería Delpiano -y decenas de casas y esquinas- recibieron las pinturas de Gonzalo Matiz. 

Al lado de la sombrería, Stfi y Anis magnificaron con su mural de mujeres y aves una fachada de dos pisos. "Mira, esa cara el lunes no estaba", dice Karim, señalando la mitad de un rostro pintado entre una ventana y una pared. Al levantar la vista, otra cara, la de un maorí sobre una terraza, hecha por el neozelandés CTO. Vemos pinturas de Karim y del colectivo 2012K, pasamos por la que fue la primera galería de arte urbano de Santiago, BOMB, que ahora tiene una pintura de Aislap y está en alquiler.

Karim llama a la inmobiliaria. Los precios de Bellavista están por las nubes. En dos horas vemos más de 70 obras de los más variados estilos y técnicas. Hasta es posible empezar a distinguir qué es de quién. Cuando lean este texto es probable que muchas ya no estén y otras tantas hayan surgido. Un paseo por el Google Maps satelital lo confirma. Donde antes había rayados básicos, ahora hay murales sofisticados. 

Lo efímero del arte callejero representa una característica de la vida en Chile: terremotos, tsunamis, aluviones y ahora también el imparable avance inmobiliario vuelven todo bastante pasajero. Pero el avance del color es implacable. En el centro cívico de Santiago, el Paseo Bandera, una calle que estuvo cerrada durante cinco años por una obra del metro ahora es peatonal y está cubierto de siete mil metros cuadrados de curvas y formas geométricas coloridas. El barrio Yungay mezcla su preciosa arquitectura de los años veinte con murales con un tinte más contestatario. Y en la comuna de Puente Alto, al sur de Santiago, la fauna y la geografía chilena, representada con la técnica del mosaico, trepan por las paredes y los pilares exteriores del metro dándole vida al cemento gris. 

Datos útiles

Museo a Cielo Abierto en San Miguel: Av. Departamental 1390. . Abierto las 24 horas. Gratis. Para llegar, tomar la Línea 2 del Metro, bajar en Est. Departamental y caminar 700 metros. Las visitas guiadas se agendan por el sitio web.

lanacion.com.ar

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *