Un tifón en Japón expone la fragilidad de los aeropuertos construidos apenas sobre el nivel del mar

Mientras un poderoso tifón azotaba Japón a principios de mes, los viajeros en el Aeropuerto Internacional de Kansai miraban hacia el aterrador vacío: donde debería estar la pista, sólo veían mar. 

También vieron lo que podría ser un futuro peligroso para los aeropuertos de baja altitud alrededor del mundo, cada vez más vulnerables a los crecientes niveles de los mares y a las tormentas más extremas provocadas por el cambio climático. Una cuarta parte de los 100 aeropuertos más activos del mundo se ubican a menos de 10 metros sobre el nivel del mar, según datos del Consejo Internacional de Aeropuertos y OpenFlights.

Doce de esos aeropuertos —incluyendo centros de conexiones en Shanghai, Roma, San Francisco y Nueva York— se hallan a menos de 5 metros sobre el nivel del mar.

“Estábamos atrapados”, dijo Takayuki Kobata, un emprendedor web que esperaba abordar un avión con destino a Honolulú desde Kansai, un enorme aeropuerto en una isla artificial cerca de Osaka. “Simplemente tuvimos que esperar a que pasara la tormenta”.

Pasó cerca de 36 horas intentando encontrar una forma de salir de la inundada isla, tarea complicada aún más por un barco que rompió sus amarras y se estrelló con el puente que va del aeropuerto a Osaka, dañando severamente la ruta.

La amenaza de los crecientes niveles del agua llega como un ajuste de cuentas para una industria que se ubica entre los principales contribuyentes al cambio climático. El viaje aéreo representa casi el 3 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, pero es una de las fuentes de emisiones de más rápido crecimiento. Dadas las tendencias actuales, las emisiones de los viajes aéreos internacionales se triplicarán para 2050, según ha pronosticado la Organización de Aviación Civil Internacional.

Mientras que la industria de la aviación confronta su huella de carbono, también ha empezado a sentir los efectos del calentamiento global. El calor extremo puede dejar a los aviones varados en tierra porque el aire más caliente y más enrarecido hace difícil que logren elevarse. Un clima cambiante también puede incrementar la turbulencia.

Las zonas de baja altitud a lo largo del agua desde hace tiempo han sido consideradas sitios ideales para la construcción de pistas y terminales, porque hay menos obstáculos para los aviones durante el despegue y el aterrizaje. Sin embargo, las costas también proporcionan pocas protecciones naturales contra inundaciones y vientos fuertes.

El Huracán Sandy, en 2012, inundó los tres aeropuertos que dan servicio a la ciudad de Nueva York, paralizando los viajes durante días. El tifón Goni cerró las pistas del Aeropuerto Internacional Hongqiao en las afueras de Shanghai en 2015. Las peores inundaciones en casi un siglo en Kerala, India, causaron la muerte de más de 400 personas el mes pasado y ocasionaron que el Aeropuerto Cochin, centro de conexiones regionales, cerrara durante dos semanas.

El Aeropuerto de Kansai, que abrió en 1994, fue construido en la bahía de Osaka en parte para minimizar los problemas de ruido, pero también para evitar las protestas por los derechos de tierra que son el legado de aeropuertos más viejos de Japón, como el Narita, que da servicio a Tokio.

Las señales de problemas llegaron pronto. Los ingenieros anticipaban que la isla se hundiría, en promedio, menos de un tercio de metro al año durante 50 años después del inicio de la construcción, mientras el lecho marino se asentaba bajo el peso del aeropuerto. Pero la isla se hundió más de 9 metros en sus primeros siete años y ha seguido descendiendo, al perder 13 metros en elevación.

Para mantenerse por encima de las olas, el Kansai bombea agua desde el lecho marino debajo de la isla para acelerar el proceso de asentamiento. La terminal principal descansa sobre pilotes gigantes que pueden ser elevados para conservar los cimientos a nivel. El aeropuerto también emplea bombas gigantes para drenar su campo aéreo luego de lluvias fuertes, y ha agregado una serie de rompeolas en el perímetro de la isla.

Los ingenieros aseguraron que los rompeolas tenían la altura suficiente para resistir tormentas. Pero el tifón Jebi, que mató a 11 personas en su paso por el oeste de Japón este mes, generó una marejada que alcanzó los 3 metros, un récord para la bahía de Osaka. Las olas vencieron los rompeolas del aeropuerto y saturaron sus bombas.

En una rueda de prensa el 6 de septiembre, Yoshiyuki Yamaya, presidente de la operadora del aeropuerto, se mostró compungido.

“Nos preparamos para un tifón, pero el tifón fue mucho más fuerte de lo que habíamos esperado”, dijo. “Fuimos demasiado optimistas”.

Fuente: aviacionaldia.com

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