Así sería el gran escudo planetario que quiere construir China

Se trata de una red de telescopios y varias sondas preparadas para colisionar contra los asteroides que vengan hacia nosotros


El concepto de “defensa planetaria” llegó al gran público durante 2022, con la famosa misión DART en la que, la NASA logró desviar un asteroide por primera vez en la historia. Aquello no suponía el menor riesgo para nosotros, pero era una prueba para prepararnos ante futuros peligros. Porque, aunque ahora mismo tenemos identificados a la enorme mayoría de asteroides potencialmente peligrosos y ninguno parece que vaya a colisionar con nosotros durante los próximos 100 años, puede que alguno se nos haya pasado por alto o que, dentro de un siglo, el panorama sea menos halagüeño. Sin embargo, lo que apenas se dijo durante 2022 es que DART no era una misión única en su especie, solo la primera, porque si realmente queremos estar protegidos frente a asteroides, tenemos que mejorar nuestros sistemas y, sobre todo, diseñar un escudo planetario, lo cual implicará, posiblemente, la colaboración entre distintas agencias espaciales de todo el mundo.

Un ejemplo es China, cuyo proyecto para construir el susodicho escudo es, más bien, un conjunto de proyectos y propuestas presentados durante los últimos años. Y, ahora, gracias a DART, los medios han empezado a prestar atención a este campo. Ahora bien, tras las impactantes palabras de “escudo planetario” hay algo muy diferente a lo que podemos imaginar. Igual de interesante, pero distinto. No se trata de una superestructura que envuelva a la Tierra como si fuera la cáscara de una nuez. Tampoco son planchas que podamos poner en órbita para que nos tapen un poco. El concepto es más complejo, porque hablamos de una red de telescopios terrestres y espaciales que nos permitan detectar el peligro con antelación y, junto a ellos, una serie de sondas que podamos hacer colisionar contra el asteroide para cambiar su trayectoria. Una obra verdaderamente faraónica que esconde otro as en la manga. Porque China propone que, algunas de estas sondas sean capaces de capturar asteroides de 10 metros de diámetro para cargar con ellos contra un segundo asteroide que queramos desviar.

DART y las carambolas cósmicas

El 24 de noviembre de 2021 despegó un cohete que tenía como propósito colisionar con un asteroide llamado Dimorphos, de 160 metros de diámetro. No obstante, el verdadero objetivo no era ese asteroide, sino Didymos uno mucho mayor en torno al que Dimorphos orbita y que alcanza los 780 metros de diámetro. Si el impacto conseguía ralentizar mínimamente a Dimorphos, este aproximaría su órbita a Didymos y cambiaría su trayectoria, como si fuera una reacción en cadena. Y así fue, porque el 26 de septiembre del año pasado DART colisionó a 22.530 kilómetros por hora contra Dimorphos, que viajaba a 0,72 kilómetros por hora. De ese modo se compensaba algo su diferencia de peso entre los 610 kilos de la sonda y los 5.000 millones de kilos de Dimorphos.

Finalmente, el 11 de octubre la NASA pudo confirmar que la colisión había reducido en unos minutos las 12 horas que tarda Dimorphos en rodear a Didymnos. DART había sido un éxito, pero no todo es tan perfecto como parece. Era una primera prueba, y eso significa que nos pusimos las cosas más fáciles de lo que serían en una situación real. Los asteroides más peligrosos son aquellos que detectaremos cuando estén más cerca de lo que estaba Didymos y, por lo tanto, tendremos menos tiempo de reacción, pero no solo eso, sino que habrá que desviarlos un ángulo mayor para que no colisionen con nosotros. Podemos imaginarlo como un lanzamiento a canasta. Nos es más sencillo marcar cuando estamos cerca porque un pequeño error en nuestro ángulo de lanzamiento no supone un gran desvío de la pelota, no viaja tanto tiempo hasta la canasta como para que se salga del aro. Sin embargo, a medida que nos alejamos, es más sencillo que un ligerísimo error en el ángulo se traduzca en un metro de error al llegar a la canasta. Del mismo modo, cuanto más lejos esté el asteroide cuando lo desviemos, menos tendremos que cambiar su trayectoria para librarnos de él. Por otro lado, elegimos un asteroide que orbitaba a otro asteroide porque la reacción en cadena nos ayudaría a desviar al grande, pero es un caso muy particular y no sería tan sencillo si Didymos hubiera viajado solo.

La propuesta china

Como decíamos, la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China tiene sus propios planes. Por un lado, planea lanzar su primera prueba en 2026, pero su objetivo será 2020 PN1, un asteroide relativamente pequeño, de entre 10 y 50 metros. No obstante, su verdadera preocupación son objetos bastante más grandes, del orden de varios centenares de metros de diámetro y, por ese motivo, hace tiempo que propusieron un par de sondas bastante especiales. El razonamiento es relativamente sencillo: si queremos desviar objetos más grandes, tendremos que aplicar más fuerza sobre ellos y, si recordamos la física del instituto, la fuerza es el resultado de multiplicar la masa por la aceleración (y la aceleración es la velocidad al cuadrado). Eso significa que tenemos dos formas de aumentar la fuerza. Una es acelerando más la sonda que impactará con el asteroide y, la otra, es aumentando su masa.

AKI y EKI son dos propuestas de sondas que se aprovecharían de esta segunda opción. Mientras que la sonda de DART pesaba poco más de media tonelada, AKI aprovecharía la masa de la segunda etapa de un cohete Larga Marcha CZ-5 para aumentar su peso hasta alcanzar casi las 9 toneladas (sin esta su masa sería de apenas 2 toneladas).  No obstante, AKI es la hermana menor de esta inusual pareja. EKI usaría un lastre más natural y, en lugar de cargarse con la etapa de un cohete, estaría preparada para arrancar una roca de hasta 200 toneladas de otro asteroide y así aumentar su peso. Otra opción que se baraja es que EKI pudiera tomar un asteroide pequeño entero, de aproximadamente 10 metros, pero por ahora estamos ante conceptos, no hechos.

Una red de centinelas

A esto habría que sumarle otras propuestas que pretenden construir telescopios terrestres y espaciales especialmente dedicados a otear asteroides. La propuesta CROWN, por ejemplo, plantea ubicarlos en la órbita de Venus. Otros proponen ubicar un telescopio en la órbita terrestre, que avance por delante de nosotros como un centinela. Podrían situarse también en lugares opuestos de la Luna y, si combinamos esto con sondas ya preparadas en el espacio para lanzarse contra los asteroides, tendríamos ante nosotros un verdadero escudo planetario.

Ahora bien, no debemos asumir que es solo cuestión de tiempo que AKI y EKI se hagan realidad. Son solo propuestas y, quienes siguen de cerca los movimientos de las agencias espaciales, saben que hay infinidad de motivos por los que un concepto puede quedarse en el tintero. Sin ir más lejos, la Agencia Espacial Europea sugirió hace unos años una misión llamada Don Quijote. En ella, una sonda llamada “Hidalgo” colisionaría contra el asteroide (99942) Apofis mientras que otra llamada “Sancho” orbitaría tomando fotos y datos de la colisión. Por desgracia, este proyecto tan literario no pasó del planteamiento teórico y nos quedamos con las ganas de ver al famoso hidalgo embistiendo molinos espaciales. Así que todavía queda mucho que avanzar hasta que podamos disfrutar de este despliegue tecnológico, pero parece que, al fin, algunas agencias espaciales se están interesando por esta amenaza cósmica que, antes o después, tendremos que enfrentar.

DART puede parecer una versión de juguete comparado con las misiones que realmente tenemos que desarrollar para protegernos de los asteroides, pero ha sido un hito por derecho propio. Y es que, aunque la distancia, el tamaño y el hecho de que fuera un sistema de dos asteroides simplificó la misión un poco, lo que los expertos querían probar no dependía de estas “facilidades”. A esa distancia y esas velocidades, no podemos pretender controlar la sonda en tiempo real, por lo que era importante poner a prueba una tecnología de guiado que permitiera que DART reconociera la zona donde debía impactar y que, a su vez, pudiera usar esa información para recalcular su trayectoria y propulsarse con precisión. Ahora que sabemos que esa tecnología funciona, nuestro escudo planetario está un paso más cerca.

elmundoalinstante.com

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *