¿Por qué se produce la corrosión de barcos y esculturas metálicas?

Este fenómeno es el peor de los villanos en el mundo de los metales


En la bahía de la Concha de San Sebastián es posible admirar el Peine del Viento del escultor Eduardo Chillida. Es la pieza número quince de una colección de figuras escultóricas que llevó a cabo entre los años 1952 y 1977.

Son piezas de diez toneladas y de más de dos metros de altura y anchura, que se encuentran retorcidas y curvadas como si estuvieran intentando agarrar al aire y el agua. El material con el que están realizadas se creó en 1933 por una compañía estadounidense (US Steel) con la finalidad de dar resistencia a la corrosión en ambientes húmedos y marinos.

El nombre de este tipo de acero –corten- deriva de las dos propiedades que se buscaban en aquellos momentos: «cor» de corrosión y «ten» de tenacidad. Básicamente consiste en una aleación con bajo contenido de carbono que, en adición a pequeñas cantidades de cobre, níquel y cromo, expuestos a ciclos de humedad y sequedad, desarrolla una capa de óxido homogénea y de alta adherencia en la superficie del acero expuesto a las condiciones del clima.

De esta forma, con el acero corten se crea una pátina, una fina capa de oxidación superficial, que confiere una resistencia a la corrosión muy superior a la del acero convencional.

Herrumbre, el color de la oxidación

Uno de los factores limitantes de las piezas metálicas es el ataque fisicoquímico que sufren del medio que las rodea. El contacto entre un material metálico con el oxígeno y la humedad se traduce en un fenómeno electroquímico bastante complejo. Por una parte, el agua provoca corrosión, mientras que el aire causa oxidación.

La oxidación se puede definir como un proceso químico mediante el cual una sustancia entra en contacto con el aire, cede electrones y se convierte en un óxido. Este proceso es particularmente frecuente en el mundo de los metales, pero no exclusivo de ellos.

Herrumbe –del latín ferrumen- es un color naranja-rojizo característico provocado por la alteración que sufre el hierro.

Corrosión con «B» de barco

Tuberías enterradas, expuestas a la atmósfera o sumergidas en el agua son objeto de corrosión, lo cual puede convertirlas en un elemento inseguro para el transporte de fluidos. Además de la humedad, existen otros agentes corrosivos, como son las elevadas temperaturas, la salinidad ambiental propia de la cercanía al mar y la contaminación industrial por dióxido de azufre concentrado.

De los diferentes tipos de corrosión, la más frecuente es la galvánica, que se produce cuando dos metales diferentes se encuentran sumergidos en agua, provocando que el metal de menos potencial pierda masa, pasando al metal con mayor potencial (pila de corrosión).

La corrosión supone un verdadero problema para la industria naval, ya que los barcos se encuentran en contacto con el agua del mar, siendo el electrolito salino el que se comporta como una pila de corrosión.

La Torre Eiffel y su lucha contra la corrosión

El monumento más emblemático de París tiene 324 metros de altura, está formado por más de 18.000 piezas de hierro forjado -unidas a través de remaches que aseguran su fijación- y está llena de óxido, por lo que necesita una reparación completa.

La pureza del hierro empleado en su construcción es muy elevada, puesto que fue el resultado de un proceso llevado a cabo a elevadas temperaturas, lo cual permitió disminuir el contenido de carbono y, sobre todo, eliminar casi todo el azufre.

Al tratarse de una estructura expuesta al medio ambiente el mecanismo de corrosión que predomina en este caso es el atmosférico, la erosión producida por la presencia de partículas y el viento, confinados en algunas zonas de la torre, que permiten la acumulación de humedad y concentración de ciertas bacterias que favorecen la biocorrosión.

Por: Pedro Gargantilla M.D.

elmundoalinstante.com

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