Este sería el próximo mensaje que enviaremos a los extraterrestres

Un grupo de científicos ha empezado a diseñar un nuevo mensaje que pretenden lanzar al espacio para que recoja una posible civilización alienígena


¿Hay alguien ahí afuera? Esa es la pregunta que lleva tiempo inquietándonos, una pregunta que cada uno formula a su manera y cuya respuesta sacia como bien puede. Mientras que a algunos ha llevado a creer en platillos volantes, a otros, a los científicos, les ha hecho especular con la posibilidad de un contacto futuro. Podríamos decir que, como civilización, queremos contactar. Queremos dejar de estar solos y aprender sobre nosotros lo que solamente podemos entender si nos comparamos con otro tipo de inteligencia, diferente de todo lo que conocemos y hemos conocido. Pero ¿cómo dar con ellos en un cosmos tan inmenso? Por lo general diríamos que es como dar con una aguja en un pajar, pero se queda corto. Dar con una civilización en un universo podría ser mucho más difícil que representar el clásico dicho de la aguja. Por suerte, hay algunos trucos y un equipo de investigadores está pensando a punto de aplicarlos (otra vez).

Evidentemente, un buen truco consiste en saber hacia dónde mirar, pero eso no es tan sencillo. Nuestros criterios se basan en lo poco que sabemos sobre la vida, que resulta encontrarse toda en este planeta lleno de agua. Cierto es que, teóricamente, el agua parece una gran solución para la vida, independientemente a nuestros sesgos terráqueos. Pero, aunque no lo fuera, tenemos que adaptarnos a lo poco que sabemos y, si toda la vida que conocemos necesita el agua, cobra sentido la idea de ir a lo seguro y, aunque pueda haber vida sin ella, buscar moléculas de H2O. No obstante, el verdadero truco está en no esperar a que nos contacten, tomar la iniciativa y gritar al cosmos en ondas de radio.

Gritar en la plaza del pueblo

El plan es exactamente ese, solo que en lugar de una plaza tenemos que gritar en este posible pueblo fantasma que es el cosmos. No sabemos si habrá alguien para escucharnos, si estará prestando atención o si sabrá cómo interpretarnos o nos responderá antes de que nuestra civilización colapse, pero gritamos igualmente. En eso consisten los proyectos METI, en lanzar al espacio mensajes presuntamente universales, fáciles de descifrar por cualquier inteligencia extraterrestre. Sin embargo, ¿lo son? El próximo mensaje que estamos pensando enviar es, en realidad, una actualización de uno de los mensajes más famosos de la historia del METI, el mensaje de Arecibo, enviado en 1974.

Se trata de un mensaje diseñado, entre otros, por el experto Francis Drake que, ufano, decidió poner a prueba su universalidad enviándoselo a varios premios Nobel para ver si podían descifrarlo. Dejando de lado el clasismo intelectual de esta selección, Drake se sorprendió ante los resultados, porque ninguno de ellos logró desencriptar el mensaje. Y, si ellos no habían podido… ¿sería capaz una inteligencia extraterrestre que nada tiene que ver con nosotros? El planteamiento del mensaje era tan simple como se les ocurrió: un mensaje convertible en píxeles que, de forma bastante burda, representaban conceptos científicos básicos, como el ADN, nuestra silueta, la ubicación de nuestro planeta en el sistema solar, etc.

El remake

Hablemos ahora del caso concreto que nos ocupa, del mensaje que estamos a punto de lanzar a las estrellas. Jonathan H. Jiang, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA ha pensado readaptar el mensaje de Arecibo, dotarle de algunas características de otros mensajes algo más universales y volver a emitirlo, como si fuera una reposición de viejas glorias. Su idea es la misma que entonces, que alguien intercepte la onda de radio que emitamos, igual que nosotros estamos intentando captar ondas de radio perdidas por el cosmos para estudiar objetos astronómicos con ellas.

Por ejemplo, lo primero que sugiere Jiang es que el mensaje establezca unos puntos matemáticos comunes sobre los que trabajar. Para ello, crea un diccionario de números usando sonido. Una vez hecho esto, los sonidos empezarán a combinarse para realizar operaciones básicas. Seguidamente, añadiría otro clásico de la historia del METI, la radiación que libera un átomo de hidrógeno al cambiar de estado energético. Esto permitiría dar una unidad de medida, ya que la onda emitida tiene una longitud (de onda) concreta y podemos convertirla en la referencia con la que dar medidas de todo. No obstante, en este caso quiere usarla también como unidad de tiempo y, de ese modo, poder indicar cuándo se envió el mensaje desde la Tierra. Finalmente, destaca una lista de elementos químicos de la tabla periódica y la composición de nuestro ADN.

No tan claro

Podemos estar de acuerdo en cuanto a que este mensaje no es tan universal como debiera ser y hablar de aspectos que posiblemente no tengamos en común, como la estructura del ADN, no parece una gran idea para facilitar la comunicación y que descifren el mensaje. Porque, cuando el reto ya consiste en lograr entender una comunicación encriptada, lo normal es buscar mensajes sencillos y relativamente frecuentes, como saludos operaciones, fechas… pero no los fundamentos de la bioquímica en que se basan los mecanismos de la herencia de una especie extraterrestre. Eso es algo más complicado y, tal vez, debamos reservarlo para una segunda cita.

Dado que el radiotelescopio de Arecibo ya no está en funcionamiento, Jiang ha tenido que buscar una alternativa, otro radiotelescopio que quiera implicarse en un proyecto así. Las opciones barajadas se podían resumir a dos principales: la Batería de Telescopios Allen de California o el Telescopio Esférico de Quinientos Metros de Apertura de China (FAST). Al parecer, Jiang ya ha empezado a hablar con el equipo que opera este segundo y está tanteando la posibilidad de que le instalen los dispositivos necesarios para que no solo reciba, sino que también sea capaz de emitir. Este cambio sería factible, pero complejo y relativamente costoso, por lo que habrá que ver si finalmente se lleva a cabo.

Puede que la iniciativa de Jiang caiga en saco roto, por supuesto, pero está empezando a llamar la atención y, desde luego, reavivará la llama poética que tan presente estaba en la astronomía de finales del siglo pasado. El entusiasmo popular, esas acciones más simbólicas que eficientes para dar con un igual cósmico, eso es lo que vertebraba a los proyectos METI y, lo que ahora simboliza la iniciativa de Jiang.

Aunque se habla mucho sobre si debemos o no contactar con una posible civilización extraterrestre, la realidad es que se trata de un debate bastante estéril, limitado a algunos círculos populares donde estos temas atraen la atención del público. El problema está en que, realmente, no podemos anticipar de ningún modo el tipo de interacción que habrá entre nosotros y la posible civilización con la que contactemos. Cualquier intento de predicción estará condenada al fracaso por basarse, enteramente, en lo que sabemos sobre nosotros como humanidad. Ya sea para extremar nuestros rasgos o para suavizarlos, será ese el patrón que usaremos para anticiparnos al primer contacto. Y, lo que sí podemos afirmar con bastante más seguridad es que, sea como fuere, conocer a otra civilización nos aportaría mucho más de lo que estamos dispuestos a perder.

elmundoalinstante.com

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