¿Quién hay detrás de este patito de goma gigante?

Este artista holandés recorre el mundo con instalaciones a lo grande.

En Londres construyó un hipopótamo de madera a escala gigante y lo puso a navegar por el Támesis. En Brasil hizo un enorme mono con 10.000 zapatillas flip flop.

Con 40.000 bolsas de plástico, esta vez en Angers (Francia), creó dos grandes babosas subiendo unas largas escaleras. Y en Japón situó una rana de 10 metros en lo alto de un museo de Kobe.

Se llama Florentijn Hofman, es holandés, y lo hace todo así. “Yo soy un niño grande, –nos dice–. Y lo que hago es jugar por todo el mundo con mis trabajos. Los lanzo al aire, como los más pequeños hacen con sus juguetes, y los dejo repartidos por toda la casa”.

Un enorme conejo tumbado en una plaza de Suecia, un gran pulpo en China, una mosca muerta gigantesca en Méjico y claro, su famoso patito hinchable de 26 metros de altura flotando en aguas de todo el mundo.

Lo han visto en Auckland, Osaka o Hong Kong. También en Ámsterdam, Los Ángeles o Taiwán. Lo hace a lo enorme –nos dice– porque “si creas algo grande en un sitio público, conectas más con la gente”.

Y continúa: “Todos los espectadores se convierten en pequeños. Da igual si eres médico, director de museo, carpintero o un niño. Y esto genera conversaciones con personas a las que no tienes que demostrar nada. De esto va el arte: de sentir y ver las cosas desde otra perspectiva.”

El hipopótamo surcando las aguas del Támesis   © Steven Stills

EL CASO DEL PATITO DE GOMA

La historia se remonta unos años atrás, cuando se le ocurrió hacer un gran patito de goma, como los que tantas veces juegan los niños en la bañera. “Si el mundo es nuestro hogar, el agua es la zona de baño. Y yo quería crear un pequeño mundo”.

La idea en ese primer momento, no pasó de ahí, y quedó en un cajón durante seis años hasta que en 2007 la pudo mostrar por primera vez en una bienal de arte en St Nazaire (Francia). Desde entonces, lo han visto ya en más de 50 ciudades de todo el planeta.

Pero el patito, así como el resto de proyectos que Hofman exhibe en plazas y calles del mundo, es temporal. Tienen fecha de caducidad.

“Me gusta trabajar en sitios públicos porque todos tenemos acceso a ellos y podemos hablar con la gente desde cero”, cuenta. “Y me gusta lo efímero porque si sabes que lo que estás viendo desaparecerá próximamente, queda más fresco en tu cabeza, lo guardas más tiempo en la memoria y es un recuerdo en común con la gente con la que coincidiste”, remata.

El famoso patito viaja flotando por las aguas de todo el mundo  © Studio Florentijn Hofma

Y que sea temporal no le resta dificultad, al contrario. Colocar las 10.000 flip flop que se necesitaron para hacer el “Macaco Gordo” de Sao Paulo no fue tarea fácil.

Tampoco construir un cerdo hormiguero en medio de una plaza, hacer un enorme zorro con toda una estructura de cables de metal ni poner tres pianos de más de 8 metros de madera en una pequeña isla de Holanda. O dar forma a un pez gigante a base de tablas de espuma.

Tejas, hormigón, madera, bolsas de plástico… Cada escultura diferente. Cada vez, un nuevo reto. Unos se montan in situ, otros hay que transportarlos por piezas de muchos y muchos kilos.

Y aunque algunos de estos proyectos se pueden llevar a cabo con equipos pequeños, otros requieren más de 40 personas y la ayuda de ingenieros y especialistas de distintas áreas.

Un mono gigante realizado con zapatillas flip flop© Raquel Brust

Nos explica que uno de los más difíciles ha sido un elefante que construyó en un centro comercial de China y que llevaba un circuito de agua en la trompa, bastante difícil de instalar a nivel técnico.

“Siempre busco un nuevo método y un nuevo material. Si no sé como hacerlo, pregunto a profesionales. Y cuando nos dicen que es imposible, les respondemos que lo haremos de todos modos”. ¿Y qué pasa luego con los materiales? La mayoría se reciclan y algunos acaban en manos de su equipo.

Pero nada, nada de lo que hace está a la venta, aunque lo hayan intentado. “He recibido ofertas, pero no me interesa entrar en el mercado del arte –nos dice–. Nunca ha sido mi propósito, porque se trata solo de invertir en un nombre y un trabajo. Y yo creo que el trabajo debería ser para todos. Por el mismo motivo exhibo siempre en sitios públicos”.

Florentijn Hofman con su hipopótamo gigante© Steven Stills

Y AHORA ¿QUÉ?

Estos días el taller de Hofman echa humo. Para el museo de ciencias Naturales de Amsterdam han preparado una escultura de poliéster en forma de esqueleto de casi 9 metros de altura que se podrá ver a partir del 23 de noviembre como parte de una exposición que lleva por nombre Humania. El modelo para construirlo, por cierto, ha sido el propio hijo de Hofman.

Después de muchos meses de trabajo, este otoño también exhibirá en Rotterdam un enorme zorro de 10 metros de alto y 14 de largo en este caso, como parte de un proyecto para revitalizar Schiedamseweg, una famosa calle comercial de la ciudad. Y nos avisa también que pronto veremos algo grande en China, aunque no quiere anticipar mucho más.

Si queréis ver algo de sus trabajos ahora mismo, habrá que escaparse a Venecia, donde el Karuizawa New Art Museu ha organizado una exhibición en la plaza San Marco con jóvenes artistas de distintos puntos del mundo y un estilo único… Florentijn Hofman incluido. Allí hay algunas réplicas –a pequeña escala, eso sí– de sus trabajos.

España por ahora no está en sus planes, aunque lo desearía. “He visitado el país algunas veces y me gusta mucho la manera como se comunica la gente y el aspecto social. Así que si alguien que lea este artículo le interesa, que se ponga en contacto conmigo para colaborar”.

Sobre qué tipo de escultura haría, dice que depende de muchos factores. “Es diferente hacer algo en la costa o en el bosques, ya que los ingredientes no tienen nada que ver”. Tocará esperar, entonces, a qué aparezca alguna propuesta.

Condè Nast Traveler

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